La mano
por Luciano Doti
A ella le gustaban las manos del pianista, sus dedos prolijamente
cuidados y llenos de virtuosismo sobre las teclas del piano.
Cuando él enfermó, temió quedarse sin ellas; para entonces esas
manos también le proporcionaban placer cada vez que contactaban con sus partes
más íntimas.
Encontró un embalsamador que le pudo resolver ese problema y el de
la caja de seguridad en Suiza, de la cual el pianista jamás le había confiado
la clave, pero sabía que era posible abrirla con una huella dactilar.
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