El rey de la Patagonia
por Luciano Doti
Tomando coñac en Francia, Orélie lo planeó todo. Iría a la zona austral
de Sudamérica, y sería proclamado rey de la Araucanía y la Patagonia.
El viaje lo hizo cargado de sueños y proyectos; instauraría una
monarquía constitucional; estaba seguro de que los aborígenes lo
amarían.
Al llegar, se encontró con una región inhóspita y poca acogida para sus ideas que, entonces, ya parecían delirios.
Las autoridades lo declararon insano y fue deportado.
De regreso en Francia, Orélie pensaba: “A pesar de que otros crean que
mi aventura fue un fracaso, yo supe ser un rey. Así que, por más que me
llamen loco, ¿quién me quita lo bailado?”. Y volvía a tomar el mismo
coñac, que ahora sabía a triunfo.
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