viernes, diciembre 06, 2013

La secta del maizal

por Luciano Doti

Marcos y Eliana venían discutiendo en el auto.
-Te dije que ésta no era la ruta a Mendoza capital, por acá salimos a San Rafael -le espetaba ella.
-Bueno, tomémoslo como un paseo -respondía él.
-No sé cómo podés ser policía siendo tan bruto. O sí lo sé… ¿Dónde estamos?
-En La Pampa.
-Ya sé que es La Pampa, ¿pero en qué parte de La Pampa?
-No sé bien, pero el carruaje que vimos recién era de los menonitas.
-Esos son más fachos que vos, pero al menos no matan a nadie.
-Siempre con lo mismo, ya estás defendiendo los derechos humanos de los delincuentes -le respondió Marcos, y se quedó mirándola a ella; sacando durante un momento la atención de la ruta desierta, hasta que un estruendo y sacudida lo hizo volver a concentrarse en el manejo.- ¿Qué fue eso? Decime que fue un animal.
-No, el animal sos vos -dijo Eliana, sin sorna. -Atropellaste a un chico.
A todo esto, Marcos había detenido el auto sobre la banquina, por el espejo retrovisor podía ver un bulto sobre la ruta. Eliana se bajó del auto y a los tumbos se arrodilló sobre el pasto para vomitar. Luego, llamó a Marcos:
-¡Vamos, vamos a ver el desastre que hiciste! Cuando no es el gatillo fácil es con el auto, no podés estar sin matar chicos.
Marcos ignoró su comentario, pero se dirigió hacia donde yacía el chico.
Era un chico rubio, vestido como un hombrecito del siglo XVIII. Marcos intentó tomarle las pulsaciones de la carótida. Así notó que había sido degollado antes del accidente.
-Carguémoslo en el baúl del auto y dejémoslo en el puesto policial más cercano. -sugirió él.
-Está bien, al menos una vez en la vida vas a hacer lo correcto. Por ahí tus camaradas de la policía hacen desaparecer el cuerpo para cubrirte.
Ya otra vez en camino, Marcos intentaba sintonizar alguna radio.
-Nada, parece que en La Pampa no se hubiera inventado la radio. -decía.
-Acá sólo hay maíz. -le respondió ella.
-Eso es lo que más bronca me da, ¿cómo mierda pude atropellar un chico en este páramo? Salió del maizal a la ruta ya degollado, eso quiere decir que el agresor debería estar por ahí, y no muy lejos, porque cuando lo atropellé estaba vivo.
En eso, divisaron una capilla en un campo adyacente a la ruta; si el chico era de la zona tendrían que conocerlo. Entraron por el camino de tierra y estacionaron en la entrada. La edificación era rústica y una puerta de madera imponente de doble hoja presidía la fachada. Marcos golpeó y esperó a ser atendido. Como nadie salía, empujó la puerta hacia dentro; el chirrido de las bisagras le anunció que estaba abierta, sin cerrojo.
-Espérame acá. -le dijo a Eliana.
-Marcos entró y no vio a nadie. Se acerco al púlpito y encontró una Biblia y un cuaderno. La Biblia era igual a cualquier otra, aunque muy antigua y amarillenta. El cuaderno tenía varias anotaciones. Al parecer se trataba de un grupo escindido de los menonitas; esto suponía Marcos teniendo en cuenta que las anotaciones de nacimientos en el cuaderno comenzaban en el año 1996. Pero había algo aún más perturbador, los varones nacidos en 1996 figuraban como fallecidos en 2009; los nacidos en 1997 fallecidos en 2010; los de 1998 en 2011…
Todos los varones habían vivido 13 años; las chicas parecían vivir un poco más. Eso le hizo recordar que el chico que acababa de atropellar tenía aproximadamente esa edad. No tuvo mucho tiempo para pensar en ello, ya que de inmediato la bocina de su auto comenzó a sonar insistentemente.
Salió afuera y se encontró con que un corro de algo así como dos decenas de chicos y chicas estaba destrozando su auto con Eliana adentro. Cuando lo vieron a él, la mitad de ellos se dirigió hacia donde se encontraba, armados con horquillas, picos y palas. Tuvo que escapar; si bien eran chicos pre-adolescentes, eran muchos, y un solo golpe con una de esas herramientas bastaría para derribarlo. En la huida, ya fatigado ante la incesante persecución de los chicos, se internó en el maizal. Pasó la noche oculto en él.
Lo despertó la aurora de la mañana. Intentó caminar hacia la ruta abriéndose paso entre el maíz. Llegó a un claro y lo que vio lo enloqueció: era Eliana, crucificada como Jesucristo en un viernes de hace más de 20 siglos. Para peor le habían arrancado los ojos. Sus extremidades lucían sangre seca, derramada por las heridas causadas por los clavos comprados a bajo costo en cualquier ferretería pampeana.
Entonces, una sombra se extendió por todo ese sector. Miró detrás suyo y alcanzó a ver un ser enorme, constituido por una parva de maíces, pero éste sí contaba con ojos, además de boca y un cuerpo con cuatro extremidades sin clavos baratos. Pese a que en ese horario el sol estaba renaciendo, sobre él se cerró la noche más siniestra.
Nunca supo que el chico que había atropellado había intentado escapar de su propio sacrificio. Que a los chicos los sacrificaban tras su pubertad y después de haber mantenido relaciones sexuales con todas las chicas; a estas últimas las dejaban vivir un poco más para que tuvieran tiempo de dar a luz y amamantar a sus vástagos, los cuales algún día continuarían con ese ritual tendiente a crear una sociedad sin adultos, donde el sexo sea sólo con fines reproductivos.

(Basado en el clásico cuento Los Chicos del Maíz, de Stephen King).
Publicado por primera vez en la revista Insomnia nº 171, marzo de 2012.

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