viernes, agosto 24, 2012

El cottage de Poe

por Luciano Doti

Cuando mi jefa de redacción me dijo que me había elegido para viajar a Nueva York y hacer la nota sobre el cottage de Edgar Allan Poe, me quedé como congelado; con esa reacción tan característica de esas situaciones en las que al fin se da algo que estuviste esperando durante mucho tiempo. Después de unos segundos, recuperé mi estado normal y pude agradecerle la oportunidad. Ella sabía bien que para mí significaba mucho más que un compromiso profesional, iba a conocer uno de los lugares donde vivió quien fue para mi gusto uno de los más grandes escritores de todos los tiempos.
El viaje de ida en el avión lo hice cargado de ansiedad, tuve que tomar un par de bebidas espirituosas para serenarme un poco, pero el beber me hizo recordar a Poe, por lo que, si bien calmé la ansiedad, el genial escritor nacido en Boston seguía en mi mente.
El momento de mi arribo a la “Gran Manzana” se dio al atardecer, por lo tanto, lo que quedaba de ese día, en realidad noche, lo dediqué a instalarme en el hotel y recorrer un poco las adyacencias del mismo. Me di el gusto de tomar una cerveza en un pub de Manhattan; a cuenta de la revista para la cual trabajo, al igual que el resto del viaje, obvio. Un moreno saxofonista de jazz animaba la velada. Me sentía como en una serie o película yanqui. Permanecí en ese pub casi hasta la hora de cierre. Cuando ya quedaba poca gente, una chica bastante atractiva se acercó a mí, conversamos en la barra animadamente, tanto que en un primer momento la juzgué una copera, pero luego supe que no, que era una estudiante de arte en una universidad de la zona, y le encantaría acompañarme al cottage de Poe, en el Bronx.
El día siguiente, nos dirigimos ella y yo al Bronx, para observar el cottage-museo. El distrito donde se encontraba la antigua vivienda era una zona de mucha marginalidad. La policía mantenía bien vigilado el frente para evitar que los turistas sufriéramos algún suceso lamentable, más concretamente un robo.
Contemplamos desde la entrada todo el sector, suerte de pulmón verde en medio de enormes edificios que han sido retratados en innumerables ficciones sobre el hampa. Además de sacar fotos, me esforcé por grabar en mi mente esa imagen, por respirar ese aire. Fue maravilloso.
Una vez dentro, mi corazón delator se aceleró por la ansiedad del momento. Algo paranoico, creí que a mis latidos los acompañaban otros que provenían de algún sector de la casa. ¿Acaso habría allí una persona sepultada o emparedada viva?
¡Claro que no! Era todo obra de mi imaginación. Me pareció ver también un tuerto gato negro portando la marca de la horca. Comencé a sentir temor de que la edificación se derrumbara cual Casa Usher. Mi nueva amiga junto a mí pareció notar mi turbación y sugirió que saliéramos afuera. Entonces, ya recuperado, respiré otra vez el aire encantado de ese hermoso cottage que no pudo salvar la vida de la ya tuberculosa prima y esposa de Poe, Victoria Clemm, pero que a mí en ese momento me proporcionaba un instante mágico, lleno de imágenes para recordar.
Luego, cuando ya nos íbamos, se oía el graznido de un cuervo.

Etiquetas: , , ,