domingo, mayo 22, 2011

Reservito

Luciano Doti

Durante primavera, la zona de costanera sur suele ser uno de los paseos más populares del domingo. Las familias y grupos de amigos concurren allí en busca del contacto con la naturaleza, que en Buenos Aires resulta muy difícil de conseguir. En ese lugar se encuentra la Reserva Ecológica. Se trata de un predio, antiguamente bañado por las aguas del Río de la Plata, que fue ganado a dicho curso fluvial a base de relleno de escombros y tierra traída de otras partes de la ciudad. Hoy, es un área protegida, que recrea el ecosistema que hallaron los colonizadores españoles cuando arribaron allí. Consta de una gran variedad de árboles y plantas, y algunas lagunas. Unas cuantas especies animales habitan en esa franja costera, la mayoría son aves autóctonas, y también, aunque en menor numero, hay mamíferos. Estos últimos han dado origen a una leyenda muy difundida entre los visitantes que surcan los senderos de la reserva. La misma asegura que al caer el sol, un extraño animal de características mitológicas, quizás familiarizado lejanamente con el lobo, recorre errante todo el sitio en busca de carne fresca. Este tipo de leyendas produce efectos muy disímiles entre la gente. Están los que no creen, los que no saben si creer o no, pero por las dudas se van a la hora del crepúsculo, y están los que quieren quedarse para ver con sus propios ojos si existe tal ejemplar. A esos últimos, pertenecía el grupo de tres amigos que esa tarde-noche decidió permanecer allí, a la espera de que apareciera el animal conocido como: “Reservito”. Sobre la manera en que “Reservito” llegó a la costa de la ciudad existen varias teorías y conjeturas, pero la más aceptada es que bajo por el Paraná, flotando en uno de esos montículos de troncos y ramas que ese río arrastra desde el litoral. A que especie pertenece es un misterio. Quienes lo han visto, lo describen como una mezcla de can y roedor, con algunos rasgos de anfibio.

Al atardecer, el cielo se puso rojizo, mientras unas nubes grises se acercaban amenazantes, rodeando a la luna llena que colgaba baja, cerca de la gente que comenzaba a abandonar la reserva. Los tres amigos no le prestaron mayor atención a esa situación meteorológica. Habían planeado quedarse y averiguar todo lo que pudieran acerca de “Reservito”, y no estaban dispuestos a renunciar a ese propósito por culpa de una tormenta, aun sabiendo lo torrenciales que suelen ser estas en primavera. Entonces, sin cambiar de parecer, y siguiendo al pie de la letra su plan, se escondieron en unos pastizales, con el fin de no ser advertidos por los guardias que patrullaban el predio. Junto con ellos también ocultaron sus bicicletas, acostándolas sobre la grava, que era suficiente para cubrir totalmente esos rodados. Una vez que se percataron de que eran las únicas personas en ese lugar, iniciaron la búsqueda. El pronunciado descenso de la temperatura y la oscuridad reinante, impregnaban la atmósfera con un aire tenebroso. Los muchachos decidieron separarse y, portando cada uno una linterna, encararon por cuenta propia la tarea de hallar a “Reservito”.

Ahora las nubes tapaban completamente la luz de la luna. Los caminos zigzagueantes no se diferenciaban en nada uno de otro. El silencio se imponía en todo el terreno. Hasta que Pablo, uno de los muchachos, oyó un sonido proveniente de la maleza. Apuntó su linterna hacia allí, y vio algo moverse. Bajó de su bicicleta y se internó en ese sector, para investigar de qué se trataba lo que acababa de oír. Pero dio un paso en falso.

Es sabido que en la reserva los pastizales están más bajos que los caminos, y que, por lo tanto, suelen acumular agua, haciendo que se formen zonas realmente cenagosas. En pocos minutos sus piernas se enterraron en el lodo. En vano gritó pidiendo auxilio; sus amigos estaban muy lejos de ese lugar. Para colmo, los alaridos que emitió en forma desesperada, lograron alertar a “Reservito”, el cual se acercó sigiloso, dueño de una gran destreza para moverse en el lodazal; sus dedos unidos por una piel membranosa le daban esa cualidad.

Cuando sus amigos volvieron a ver a Pablo, éste ya no vivía. La bicicleta estaba sobre el camino, y dentro del pastizal había pedazos suyos por todas partes.”Reservito” devoraba esos trozos de carne humana y, al notar que los otros dos muchachos lo observaban, intentó atacarlos. Rápido de reflejos, uno de ellos prendió fuego una rama y se la arrojó al animal. Enseguida el fuego se extendió por todo ese sector, y los dos jóvenes lograron escapar. Después llovió, y el agua caída del cielo apagó el incendio, que de otra forma hubiera reducido a cenizas al resto de la vegetación. Dicen que “Reservito” sobrevivió.